En español mas abajo.
During the winter a large amount of snow had accumulated on the mountains that crowned the fjords. Continuous storms had relentlessly battered the northern coast of Norway, blanketing white from the peaks to the shore. Winter solstice days are hard when you live so far north. The sun never peeks above the horizon. You can only enjoy a few hours of twilight. A twilight that invites you to retreat. But it is also a good time to explore in privacy. It is unlikely to meet more tourists. The inclement weather and low light tend to deter even the most stubborn.
But patience and perseverance are often rewarded. On December 25, the sky finally opened up, revealing the stars in pristine clarity. The forecast called for a powerful aurora borealis. Everything pointed to a great night.
We began to dress like onions, layer by layer, to be comfortable outdoors. The temperature outside was not extreme. It was around zero degrees, but the humidity and the hours of standing with hardly any movement made it advisable to wrap up warm. There is no worse enemy of creativity than a good shiver.
After spending some time putting on our clothes and adjusting our thermal boots, we set off walking towards a point we had located a few days before, looking for locations without buildings, free of light pollution and with a good orientation towards the aurora.
The mountains shimmered in the moonlight on the calm waters of the fjord. I unfolded my tripod and prepared the camera without fear of being blown away by the wind as in the previous days. Now it was time to wait for the rhythm of the waves breaking against the cliff below, well sheltered, immune to the cold. There is nothing like being well prepared to fully enjoy the show.
Look! There it is!!! First it was a shy glow, almost imperceptible due to the light of the full moon. The aurora borealis must be very powerful to be appreciated when our satellite shows its full face. Little by little it grew until it became unmistakable over the horizon, moving faster and faster, higher and higher, and with greater intensity. I began to shoot my camera, enjoying each of the movements it drew crossing the celestial vault. The spectacle was so grandiose that I couldn’t fit it into a single frame, so I began to compose in panoramic. When you are faced with such changing situations, it is important to have all the technical aspects automated, such as the combination of aperture, exposure speed and sensitivity, in order to capture the image you have in your head with the highest possible quality.
Minutes turned into hours. Time passes very quickly when I’m photographing. The level of concentration can become so high that the perception of time is completely altered. We spent hours photographing the awe-inspiring spectacle on a perfect night, when the full moon, a cloudless sky and a powerful aurora borealis illuminated a dreamlike landscape.
It is moments like this that seduce me as a landscape photographer and push me to continue traveling the world with my equipment on my back. The discomfort disappears and all that remains is the memory of a magical night and the irrepressible desire to continue searching for the perfect light.
This image has been awarded an honorable mention in the 32nd edition of the Memorial Maria Luisa.
Spanish version.
Durante el invierno se acumuló una gran cantidad de nieve en las montañas que coronaban los fiordos. Continuos temporales habían azotado sin descanso la costa norte de Noruega, cubriendo de blanco desde las cumbres hasta la orilla. Los días del solsticio de invierno son duros cuando vives tan al norte. El sol no llega a asomar sobre el horizonte. Solo puedes disfrutar de unas pocas horas de penumbra. Una luz crepuscular que invita al recogimiento. Pero también es un buen momento para explorar en la intimidad. Es improbable encontrase con más turistas. La inclemente meteorología y la escasa luz suelen disuadir hasta los más empecinados.
Pero la paciencia y la perseverancia suelen ser recompensadas. El 25 de Diciembre el cielo se abrió por fin, dejando ver las estrellas con una prístina nitidez. El pronóstico anunciaba una potente aurora boreal. Todo apuntaba a que iba a ser una gran noche.
Comenzamos a vestirnos como si fuésemos cebollas, capa a capa, para estar cómodos a la intemperie. La temperatura exterior no era extrema. Rondaban los cero grados, pero la humedad y las horas de pie sin apenas movimiento hacían recomendable abrigarse bien. No hay peor enemigo de la creatividad que sufrir una buena tiritona.
Después de pasar un buen rato poniéndonos la ropa y ajustándonos las botas térmicas, salimos caminando hacia un punto que habíamos localizado unos días antes, buscando localizaciones sin construcciones, libres con contaminación lumínica y con una buena orientación hacia la aurora.
Las montañas resplandecían a la luz de la luna sobre las tranquilas aguas del fiordo. Desplegué mi trípode y preparé la cámara sin el temor de que se la llevase el viento como en los días anteriores. Ahora tocaba esperar al ritmo de las olas rompiendo contra el acantilado más abajo, bien abrigados, inmunes al frío. No hay nada como ir bien preparado para poder disfrutar plenamente del espectáculo.
Mirad!!! Allí está!!! Primero fue un tímido resplandor, casi imperceptible debido a la luz de la luna llena. La aurora boreal debe ser muy potente para que se pueda apreciar cuándo nuestro satélite muestra su rostro al completo. Poco a poco fue creciendo hasta que se hizo inconfundible sobre el horizonte, moviéndose cada vez más rápido, más alta y con mayor intensidad. Comencé a disparar mi cámara, disfrutando de cada uno de los movimientos que dibujaba cruzando la bóveda celeste. El espectáculo era tan grandioso que no me cabía en un solo fotograma, así que comencé a componer en panorámico. Cuando te enfrentas a situaciones tan cambiantes, es importante tener automatizados todos los aspectos técnicos, como la combinación de diafragma, velocidad de exposición y sensibilidad, para conseguir plasmar con la máxima calidad posible la imagen que tienes en la cabeza.
Los minutos se convirtieron en horas. El tiempo se me pasa muy rápido cuando estoy fotografiando. El nivel de concentración puede llegar a ser tan alto que la percepción del tiempo se altera completamente. Estuvimos horas fotografiando el sobrecogedor espectáculo en una noche perfecta, en la que se confabularon la luna llena, un cielo limpio de nubes y una potente aurora boreal iluminando un paisaje de ensueño.
Son momentos como este los que me seducen como fotógrafo de paisaje y me empujan a seguir recorriendo el mundo con el equipo a cuestas. Las incomodidades desaparecen y solo queda el recuerdo de una noche mágica y las irrefrenables ganas de seguir buscando la luz perfecta.
Esta imagen ha sido premiada con una mención de honor en la 32 edición del Memorial Maria Luisa