Una mañana de tormenta

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Subí a los Vermillion Cliffs en varias ocasiones a lo largo de un mes de agosto,  siempre pendiente de los informes de la NOAA, deseando que el «mal tiempo» me acompañase y se produjesen las condiciones que esperaba, para realizar las imágenes que tenía en mi cabeza.

Llegar hasta allí no resulta fácil, aún utilizando un 4X4, porque llegado a un punto la pista se vuelve de fina arena, muy profunda en algunos puntos, lo que hace necesario tener conocimientos de conducción en estas condiciones y utilizar un vehículo lo suficientemente alto. Esto es algo bastante difícil si se trata de un coche de alquiler, lo que aún complica más las cosas. Inevitablemente nos quedamos encallados en la arena, lo que nos obligó a realizar la trabajosa tarea de descargar el vehículo y escarbar para liberarlo.

Cargados de litros y litros de agua, que nos permitiesen soportar las altas temperaturas diurnas, comida y todo el equipo de acampada, mi familia y yo nos dispusimos a pasar varios días en la soledad de las áridas tierras salvajes que aún quedan entre Utah y Arizona.

El ritual de todos los días consistía en explorar la zona y buscar potenciales composiciones, levantarme antes de la salida del sol y en función de la disposición de las nubes, elegir alguno de los encuadres encontrados a lo largo del día anterior.

Uno de los mejores momentos del día era esperar a la tormenta de la tarde, algo que solía ocurrir con relativa frecuencia y para lo que estaba preparado gracias a los informes meteorológicos. Enormes nubes capaces de descargar grandes cantidades de agua en forma de lluvia torrencial en escasos minutos. Mi intención era capturar una de estas grandes formaciones nubosas y a ser posible uno de los numerosos rayos sobre alguna de las espectaculares formaciones de arenisca, restos de un mar de dunas petrificadas hace 190 millones de años.

Estas tormentas no suelen prolongarse durante mucho tiempo y es raro que se produzcan a primera hora del día, pero en esta ocasión en particular el retumbar de los truenos me despertó antes que la alarma de mi reloj. Me vestí rápidamente, cogí el equipo que siempre tengo preparado y corrí alumbrándome con la luz de mi linterna frontal hasta mis localizaciones preferidas. Los truenos sonaban cada vez más fuerte y el tiempo entre el rayo y el sonido era más breve. La tormenta se acercaba mientras la luz de la mañana se abría camino. En estos casos lo primero es asegurarse de la dirección de la tormenta, lo que permite evitar riesgos y encontrarse en medio del aparato eléctrico de forma inesperada y por otro lado ayuda a adelantarse a la caída de los rayos, dando una mayor oportunidad de integrarlos en la composición deseada.

Mi idea no era fotografiar un rayo. Ya hay muchas imágenes excelentes de rayos, realizadas por aficionados a la meteorología. Mi intención era fotografiar un rayo como un elemento más del paisaje. Lo que es algo mucho más difícil. De esta manera reforzaría la esencia y el carácter primitivo de estas singulares formaciones de arenisca.

El resultado es el que podéis ver: un primer plano en el que la roca se retuerce sobre si misma, bajo un cielo tormentoso, todo ello en las tonalidades que se producen en la hora azul , justo antes del amanecer.

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