Inauguro este blog comentando una imagen tomada recientemente en la playa de Jokulsarlon, al sur de Islandia que me ha provocado algunas reflexiones que me gustaría compartir con vosotros…
Visité este lugar por vez primera hace casi 10 años. Por aquel entonces Islandia era un país caro y poco turístico. No es que ahora sus infraestructuras estén muy desarrolladas, pero en aquellos momentos hacer turismo en la isla era una auténtica aventura. Tampoco se ha vuelto especialmente barato.
En los últimos tres años he realizado numerosos viajes fotográficos a este enclave único en el mundo y he tenido la oportunidad de ver como el turismo fotográfico ha ido creciendo de manera casi exponencial. Hasta no hace mucho, éramos pocos los que viajábamos a la isla en invierno. Ahora mismo, ya es difícil encontrar alojamiento en cualquier época del año.
Este boom ha ido creciendo paralelamente al interés por el turismo fotográfico de naturaleza, que tiene su máxima expresión en los workshops fotográficos que ahora se están desarrollando en el viejo continente, pero que llevan funcionando en los EEUU desde hace ya muchos años, gracias a que tienen una red de parques nacionales muy extensa y una tradición de fotografía de naturaleza muy consolidada, fundamentada en una veneración de sus espacios naturales que viene de antiguo.
Como resultado de estos talleres, que no son más que una consecuencia de la irrupción de internet y la evolución digital de la fotografía, que unidos han conseguido «democratizar» la fotografía de naturaleza. En Europa estamos comenzando a vivir un fenómeno que en USA se lleva viviendo desde hace años: la repetición hasta la saciedad de los iconos. Todos nos copiamos, todos queremos esa foto que vimos en esa revista o en aquella web. Pasamos de ser fotógrafos a coleccionistas de iconos. Y esto es la muerte de la creatividad. Todos terminamos haciendo lo mismo…
Admito que esta foto me gusta. Es más, si la hubiera tomado hace 10 años, es posible que tuviese alguna posibilidad en algún concurso. Sin embargo hoy, es una de las miles de imágenes más o menos afortunadas que se toman todos los días en este lugar. Autobuses enteros de fotógrafos posan sus trípodes en esta playa con la ilusión de realizar una gran instantánea y seguro que algunos lo consiguen. Lo que resulta mas difícil es que sea algo original.
El valor de una imagen es relativo y entre otras muchas cosas depende de si es fresca e innovadora o si simplemente está bien ejecutada y es correcta. Desde luego, si fotografiamos un icono, como mínimo debemos esforzarnos en que lleve nuestro sello, la marca de nuestro estilo personal. Al fin y al cabo, lo más importante es que nos satisfaga a nosotros mismos. Eso lo más valioso.